El material de la superficie de las placas, la vitrocerámica, se caracteriza porque permite la transmisión del calor de abajo arriba (no en horizontal), y porque resiste pesos y grandes diferencias de temperatura.
Existen tres grandes grupos de vitrocerámicas, según sus elementos calefactores: con resistencias radiantes, con halógenos y de inducción. Las hay que incorporan mandos sensitivos –touch control–, y pueden combinar placas ultrarrápidas, de doble circuito y halógenas.
Las vitrocerámicas presentan indudables ventajas respecto a las cocinas con fuegos de gas o eléctricos, ya que son fáciles de limpiar y además no hay riesgo de que se caigan los recipientes, al ser plana la superficie.
Las placas de vitrocerámica resultan aparatos seguros de usar, pues el calor se limita a la zona del quemador. Además, hay avisos luminosos que indican que la placa permanece caliente.
Consejos:
Para evitar daños en la superficie, conviene usar ollas y sartenes con fondo liso y no utilizar cazuelas de barro. Esta tecnología exige el uso de unos recipientes apropiados, fabricados con material ferromagnético y de fondo plano, liso y grueso.
Es habitual que se derramen por descuido elementos líquidos o grasas, y la propia suciedad se requema. La fórmula más adecuada consiste en emplear una rasqueta especial para vitrocerámicas. Pero hay que limpiarla en frío.
Solo se debe limpiar la placa en caliente si se derrama algún líquido o si se pega un papel de aluminio o plástico.
Con respecto a su limpieza, existen productos específicos que suelen ser líquidos cremosos con tensoactivos, agentes minerales, disolventes y agentes siliconados.
Nunca se deben usar productos abrasivos como sprays, quitamanchas o desoxidantes. Las manchas secas y difíciles salen frotándolas con hielo.
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